¿Qué más podemos hacer?

  • Reconocer que se tiene un problema y que uno solo (o la familia) no es capaz por sí misma de salir adelante. Reconocerlo es un proceso difícil, se requiere valentía.
  • Pedir ayuda. Las adicciones no son una gripa que se quita auto medicándose. Se requiere ayuda profesional externa y ésta se encuentra, como ya vimos los meses pasados, en instituciones como Alcohólicos Anónimos. Se necesita valor, humildad y constancia para dejarse ayudar.
  • Es difícil que el enfermo acepte ayuda de familiares o amigos. Es más fácil que la ayuda provenga del exterior. Busque a alguien de confianza y que conozca del problema y las soluciones para que se acerque al adicto.
  • La primera y principal ayuda que puede ofrecer alguien al alcohólico, es ubicarlo en su realidad, que se le ofrezca una visión realista de sí mismo, de su enfermedad, pero también de sus potenciales y riquezas, de su entorno y sus posibilidades.
  • Conozca la enfermedad. Si se conoce al enemigo, es más fácil que pueda luchar contra él. Infórmese, documéntese, investigue sobre las causas, los síntomas y el tratamiento.
  • Rompa el caparazón. No deje que la enfermedad del familiar limite su vida social o familiar. Siga con su vida normal. Viva su vida: sólo hay una.
  • Limítele los recursos y ponga límites. El alcohólico es un experto manipulador y chantajista. Buscará por todos los medios obtener alcohol. No caiga en el juego.
  • No lo compadezca. El alcohólico es un enfermo, que tiene los recursos para salir adelante. Si lo compadece, le estará ayudando a verse a sí mismo como un inútil.
  • No se sienta culpable. Es común que el mismo enfermo haga sentir al familiar o amigo que éste es culpable de su enfermedad. Otras veces, uno mismo se culpa.
  • Recordemos que es una enfermedad: nadie tiene la culpa de contraerla, pero sólo el enfermo tiene la responsabilidad y la capacidad de salir adelante.
  • Pida a Dios por él. Sólo Dios puede entrar a lo profundo del alma y hacer que los cambios se den. Recuerde también que la oración no sustituye el esfuerzo del enfermo por recuperarse, ni la determinación de los familiares por vivir su vida en libertad.