
En las instrucciones de seguridad en los aviones se indica a los pasajeros que, si van acompañados de un menor, en caso de una emergencia, el primero en ponerse la mascarilla del oxígeno es el adulto y luego éste ayudará al pequeño. El pensamiento “normal” indicaría que primero hay que atender al menor, pero no es así. Puede parecer un acto injusto o egoísta, sin embargo, si el adulto está bien, estará en condiciones de ayudar al menor.
Esto mismo se debe aplicar en el caso de convivir con un enfermo de alcoholismo. Primero se debe ver por el bienestar personal en todos los sentidos: emocional, físico, espiritual, económico… Sólo así se podrá ayudar al adicto. Tratar de ayudarlo mientras se descuida uno mismo, lo único que provocará será el declive del familiar y muy probablemente también del enfermo.
Es imposible que la curación llegue al enfermo desde fuera. Lo que sí se puede hacer es tratar de hacer consciente al adicto de que tiene un problema. Sólo cuando lo reconozca y esté dispuesto a hacer algo por sí mismo, estará en condiciones de encontrar la sobriedad. Mientras tanto, toda la energía y recursos que se utilicen serán en vano. Es mejor invertir esa energía y esos recursos en uno mismo, en encontrar el camino de la propia recuperación.
Véase también a Oración por un alcohólico.