La paciencia y la tolerancia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia. Sin embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.
Otra manera de mirar a esta obra de misericordia espiritual es así: ¡Que fácil ver la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro! Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero de trabajo y ellos la tundra con nosotros en nuestros defectos.
Se dice que la paciencia es un arte: soportar pacientemente y de forma libre y amorosa una relación con alguien que quizá es fastidioso, antipático, lento o desprovisto es algo que va en la línea del amor al enemigo (Mt. 5, 38-48; Lc 6, 27-35). Además es un arte si esa actitud nos lleva a una reflexión que nos permite descubrir lo que en nosotros es molesto e insoportable tanto para nosotros mismos como para los demás. Dios en Cristo nos ha soportado pacientemente amándonos de forma incondicionada, y nos recuerda siempre: “Sean buenos, comprensivos, perdonándose unos a otros como Dios los perdonó en Cristo” (Efesios 4, 32)
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