Obra de Misericordia Corporal: Enterrar a los Muertos

El más famoso muerto enterrado y en una tumba que no era propia fue el mismo Jesús. José de Arimatea facilitó una tumba de su propiedad para el Señor. Pero no sólo eso, sino que tuvo que tener valor para presentarse a Pilato y pedir el cuerpo de Jesús. Y también participó Nicodemo, quien ayudó a sepultarlo (Juan 19, 38-42).

Esto de enterrar a los muertos parece un mandato superfluo, porque – de hecho – todos son enterrados. Pero, por ejemplo, en tiempo de guerra, puede ser un mandato muy exigente. En Venezuela hay la foto que dio vuelta al mundo, pues ganó un Premio Pulitzer, de un sacerdote, bien identificado con sotana, en medio de un tiroteo en Puerto Cabello en los años 60, sosteniendo un soldado casi muerto ya.

¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano?

Porque el cuerpo humano ha sido lojamiento del Espíritu Santo. Somos “templos del Espíritu Santo” (1 Cor 6, 19).

Pero… ¿saben que está sucediendo hoy en día con los cuerpos cremados, hechas cenizas?

Se está irrespetando a lo que ha sido el templo del Espíritu Santo, porque la gente esparce las cenizas por donde se le ocurre, no dándole una sepultura digna. ¡Hasta se hacen dijes colgantes para guardar el recuerdo del difunto! O se tienen las cenizas en la casa!!!!

Normas de la Iglesia Sobre Cremación y Cenizas

La Iglesia permite la incineración cuando con ella no se cuestiona la fe en la resurrección del cuerpo (Catecismo de la Iglesia Católica #2301). Aunque la Iglesia claramente prefiere y urge que el cuerpo del difunto esté presente en los ritos funerales, estos ritos pueden celebrarse también en presencia de los restos incinerados del difunto.

Cuando por razones válidas no es posible que los ritos se celebren en presencia del cuerpo del difunto, debe darse a los restos incinerados el mismo tratamiento y respeto debido al cuerpo humano del cual proceden.

mrg102_aEste cuidado respetuoso significa el uso de recipiente digno para contener las cenizas; debe expresarse en la manera cuidadosa en que sean conducidos y en el sitio de su colocación final. Los restos incinerados deben ser sepultados en una fosa o en un mausoleo o en un columbario (nicho).

La práctica de esparcir los restos incinerados en el mar, desde el aire o en la tierra, o de conservarlo en el hogar de la familia del difunto, no es la forma respetuosa que la Iglesia espera y requiere para sus miembros. (Orden de Funerales Cristianos, Apéndice No. 2, Incineración, No. 417)