¿Traer gente a la Iglesia o llevar la Iglesia a la gente?: Misión Territorial

postDe las actividades y tareas que denominamos como nueva evangelización, ¿se han dado cuenta de que casi todas consisten en traer gente a la iglesia?

Ya sea en visitas puerta a puerta, haciendo misiones, o predicando desde el ambón a los que ya están dentro del templo, parece que todo se trata de traer gente a lo nuestro.

Lo cierto es que aunque fuéramos la más atractiva de las Iglesias, con las más atractivas de las personas dentro, todavía habría algo mal planteado en una evangelización que se concibe como traer a los de fuera adentro del templo.

Si el Papa Francisco nos pide ser una Iglesia en salida (al encuentro del otro), ¿por qué seguimos siendo una Iglesia de llegada (el otro debe venir a encontrarnos)? ¿Cómo podemos dormir tranquilos teniendo una oveja en el rebaño y las otras noventa y nueve fuera? ¿En qué mente cabe pensar que una parroquia de éxito es la que tiene más gente el domingo en la misa y no la que más gente envía?

Seguimos pensando que el éxito de la evangelización es que la gente vuelva a la Iglesia, y así nos va.

Una Iglesia que no hace primero una operación de autoevaluación -la que nos pedían los lineamientos y que deja abierta la exhortación Evangelii Gaudiumdifícilmente se puede poner a evangelizar porque en el mejor de los casos traerá a la gente de visita, pero no estará de modo alguno en condiciones de dar algo sustancioso porque le falta lo más importante, ya que está inmersa en una crisis de fe e identidad.

Resuelto el problema de fe e identidad no hay que lanzarse precipitadamente a evangelizar. Una Iglesia que vive en un desfase más que evidente con la cultura dominante (como explicó monseñor Dominique Rey en Manresa) debe preguntarse primero si sus edificios, espacios y simbologías están codificados en unas claves culturales inteligibles para los sujetos a los que pretende llegar.

Más allá de los espacios están las piedras vivas que harán la evangelización. Una Iglesia que sólo se preocupa de ejecución de misiones, planes y otros proyectos pastorales, a veces lo hacen sin darle importancia al hecho no tener a las personas adecuadas para llevarlos a cabo y, por ende, fracasan. Esto se debe a que en muchas ocasiones no acogemos ni invertimos tiempo en las que sí que podrían hacerlo, será el enésimo papel mojado que no tendrá resultados y del cual ni siquiera se hará revisión (evaluaciones autcomplacientes).

Como ven, el problema es mucho más complejo que la dicotomía del título de este artículo, «Traer gente a la Iglesia v/s Llevar la Iglesia a la gente».

No basta con salir de mentirijillas para traer gente dentro. Tampoco sería suficiente salir de corazón, a tumba abierta, y perderse por los caminos del mundo para acabar secularizados.

Hace falta redescubrir nuestra identidad más profunda en Cristo, la que nos edifica como Iglesia y nos hace misioneros una vez que hemos sido hechos discípulos.

Yo sé que esto no es fácil de entender ni de digerir.

Si queremos llegar afuera, primero tendremos que llegar adentro, al núcleo de la fe, a la experiencia primera, a Jesucristo. Es pura lógica: si no estamos dando a Jesucristo, la primera pregunta es si acaso no será que no lo tenemos suficientemente agarrado, y más nos vale asirnos de su orla si queremos ir a algún lado.

Si queremos llegar a los de fuera no podemos pretender que entren en una casa, la de la evangelización, el discipulado y la misión, que lleva años sin limpiarse, sin renovarse, y cuyas maneras y cuyo liderazgo son los que nos han llevado a la crisis actual.

Si queremos llegar a los de fuera tendremos que arriesgarnos a salir fuera nosotros también, ponernos de reformas y quedarnos en la calle mientras tanto, a ver si en el proceso se nos quitan algunas de las adherencias y «comodidad» que se nos han generado a base de llevar tanto tiempo dentro.

En definitiva, hace falta una Iglesia fuera, en salida, que sea inclusiva que se reencuentre consigo misma en las periferias, no una Iglesia autorreferencial y nostálgica de tiempos mejores donde traer a los cuatro despistados que aún se prestan a pisar una reliquia del pasado.

Y aunque parezca paradójico, el día en que hagamos esto, será cuando se vuelvan a llenar las iglesias, cuando a ellas lleguen conversos, y no simples turistas, pseudoevangelizados o despistados anacrónicos, que parece que es lo único que conseguimos atraer hoy en día.

Porque ojo, no es lo mismo traer a alguien a la iglesia con minúsculas, que traer a alguien a la Iglesia con mayúsculas.

Lo primero puede ser traer a alguien a un edificio, a un grupo pío, a una actividad o una celebración; lo segundo es traer a una persona de la vida a la muerte, de la condenación del pecado a la salvación en Cristo…y para eso existe la Iglesia, para dar vida y darla en abundancia…y eso en una palabra es la evangelización.

Basado en: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=37141