
La exhortación apostólica, Evangelii Gaudium, fue dirigida a todo el pueblo de la Iglesia, Obispos, sacerdotes, religiosos, laicos. . . a todos! Justo en el centro del texto, tiene 25 parágrafos acerca de la homilía. Uno no tiene que ir a misa muchas veces por darse cuenta que todas las homilías no merecen una nota de 7. Pero hay la pregunta: ¿Por que el Papa ha dirigido un mensaje acerca de la predica, tarea de obispos, sacerdotes, y diáconos, en un mensaje a toda la Iglesia? Sugiero que se trata de la frase que a lo mejor hemos oido: “Predique el Evangelio siempre, y, si es necesario, use palabras”.
El Santo Padre quiere usar el dinamismo de la predica, bien preparada, como el mismo dinamismo del anuncio de la kerigma, del evangelio, en todo contexto. Por ejemplo, en la primera lectura, San Felipe predicaba en Samaría. En la segunda lectura, San Pedro nos dice “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen”. San Pedro no nos pide defendernos con karate, pero con razones. Debemos estar listos para dar razones de la esperanza nuestra.
Como dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium:
Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino. (#127)
A veces este tipo de testimonio nos asuste. ¿Qué se yo de mi fe para hablar así con otra persona? Pero el Evangelio nos da la respuesta. No somos huérfanos. Somos hijos de Dios. Tenemos su Espíritu, el Paráclito, el Espíritu de Verdad.
Dice el Papa:
. . . a veces el miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes . . . , sino simplemente espectadores (#129)
Dios me ha dado dones, capacidades, y me ha dado de su propio Espíritu para realizar algo para Él aquí en la tierra. Con astucia, tengo que usar mi tiempo, mi talento, y mis bienes como un discípulo misionero, como un discípulo corresponsable. Y cada uno es llamado, por el Papa, a predicar:
En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón. Sólo después de esta conversación es posible presentarle la Palabra, sea con la lectura de algún versículo o de un modo narrativo, pero siempre recordando el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender, con la conciencia de que ese mensaje es tan rico y tan profundo que siempre nos supera. A veces se expresa de manera más directa, otras veces a través de un testimonio personal, de un relato, de un gesto o de la forma que el mismo Espíritu Santo pueda suscitar en una circunstancia concreta. Si parece prudente y se dan las condiciones, es bueno que este encuentro fraterno y misionero termine con una breve oración que se conecte con las inquietudes que la persona ha manifestado. Así, percibirá mejor que ha sido escuchada e interpretada, que su situación queda en la presencia de Dios, y reconocerá que la Palabra de Dios realmente le habla a su propia existencia. (#128)
¿Cómo predico en mi vida? ¿Ocupo mi tiempo para predicar, para anunciar quien es Jesús en mi hogar, en mi barrio, y en mi colegio o trabajo? ¿Ocupo mis talentos para el Señor, predico a Cristo por como me ofrezco en servicio? Siendo muy concreto, ¿predican mis gastos de que Jesús es Señor de mi vida? ¿Doy mi Uno Por Ciento a la Iglesia de Santiago? ¿Qué tengo que hacer para que predico mejor con mi vida?
La predica en misa corresponde al obispo, sacerdote, o diácono, pero la predica en la calle, en el hogar, en el trabajo pertenece a cada uno de nosotros, sobre todo por nuestras acciones y, cuando necesario, con nuestras palabras. Con San Pablo, podemos decir, “¡Ay de mí si no predico el evangelio”!
¡Animo! El Señor, por medio de su Espíritu, está cono nosotros!