Jesús tomó la palabra y dijo: Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. (Mateo 11, 28-30)
En el Evangelio de ayer, encontramos lindas palabras del Señor que, más probable, han sido un consuelo en nuestras vidas. Pero si consideramos estas palabras a la luz de la misión, también tales palabras del Señor piden que las hacemos realidad en nuestras vidas, en nuestra parroquia. Quiere decir que todos están bienvenidos a la parroquia, especialmente los «afligidos y agobiados». Jesús no da ninguna condición: que vengan a él (y a la misma vez a la Iglesia) todos!
Tantas veces, vemos como queremos que la parroquia sea cómoda para nosotros, pero realmente tenemos que procurar la forma que la parroquia sea cómoda para los afligidos y agobiados.
El Papa Francisco, en su exhortación apostólica, Evangelii Gaudium, nos dice:
Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia. (#129)
Si queremos vivir la misión de Cristo, la misión de la Iglesia, tenemos que revisar nuestras actitudes y prácticas para que la parroquia no sea un lugar cómodo para nosotros, sino cómodo por quien que sufre, para los «afligidos ya agobiados», para los que, a veces, sin darse cuenta están buscando al Señor.