Preguntas frecuentes

¿Qué es el alcoholismo?

Hay diversas y muy distintas interpretaciones del alcoholismo.

La explicación que parece más sensata a la mayoría de los miembros de A.A. es que el alcoholismo es una enfermedad, una enfermedad progresiva que no puede curarse pero que, al igual que muchas otras enfermedades, se puede contener. Yendo aún más allá, muchos de los A.A. opinan que esa enfermedad es la combinación de una alergia física al alcohol y una obsesión por la bebida, sin tener en cuenta sus consecuencias, y que es imposible contenerla con sólo la fuerza de voluntad.

Antes de haber sentido la influencia de A.A., muchos alcohólicos que no pueden dejar de beber se consideran moralmente débiles o, en algunos casos, se sienten víctimas de algún desequilibrio mental. A.A. cree que los alcohólicos son más bien enfermos que pueden mejorar de su dolencia siguiendo un programa sencillo y que ha resultado eficaz para más de un millón de hombres y mujeres.

Una vez que el alcoholismo se ha apoderado de un individuo, no puede decirse que la víctima esté cometiendo una falta moral. En ese estado, el alcohólico no puede valerse de su fuerza de voluntad, porque ya ha perdido la facultad de decidir si usa el alcohol o si se abstiene de él. Lo importante, entonces, es hacerle frente a la enfermedad y valerse de la ayuda que se le brinda para combatirla. Debe además existir el deseo sincero de recuperarse. La experiencia ha demostrado que el programa de A.A. resulta eficaz para cualquier alcohólico que tenga sinceros deseos de dejar la bebida; generalmente no produce resultados para el hombre o mujer que no esté absolutamente seguro de querer dejar el alcohol.

¿Cómo puedo saber si soy verdaderamente un alcohólico?

Sólo usted puede tomar esta decisión. A muchos de los actuales miembros de A.A. les habían dicho que ellos no eran alcohólicos, que sólo necesitaban más fuerza de voluntad, un cambio de ambiente, más descanso o algunas distracciones nuevas para recuperase. Finalmente se dirigieron a A.A. porque sentían sinceramente que el alcohol los había derrotado y que estaban dispuestos a probar cualquier cosa que los librara del incontrolable deseo de beber.

Algunos de esos hombres y mujeres sufrieron terribles experiencias a causa del alcohol antes de estar dispuestos a admitir que el alcohol no les convenía. Se volvieron negligentes, robaron, mintieron, estafaron, y hasta mataron en medio de sus borracheras. Abusaron de sus patrones y de sus propias familias. Perdieron toda noción de responsabilidad en sus relaciones sociales. Malgastaron su caudal material, mental y espiritual.

Otros muchos que tuvieron experiencias menos trágicas también se dirigieron a A.A. No estuvieron nunca presos ni hospitalizados. Sus excesos en la bebida habían sido notados apenas por los miembros de la familia y por los amigos más cercanos. Pero sabían lo suficiente acerca de la bebida para reconocer los síntomas del alcoholismo y saber que se trataba de una enfermedad progresiva. No deseaban participar en esa clase de progreso.

Entre los A.A. se dice que no hay tal cosa como ser un alcohólico a medias, y sólo el individuo mismo puede decir si para él el alcohol se ha convertido en un problema incontrolable.

¿Puede un alcohólico volver a beber «normalmente»?

Hasta donde ha podido determinarse, ningún alcohólico ha vuelto a dejar de serlo. El solo hecho de haberse abstenido del alcohol durante varios meses o años, nunca ha sido suficiente para que un alcohólico pueda beber «normalmente» o socialmente. Una vez que el individuo ha traspasado la frontera entre beber mucho y beber irresponsablemente, no puede volver atrás. Pocos son los alcohólicos que deliberadamente tratan de beber hasta hallarse en apuros, pero los apuros y molestias parecen ser la consecuencia inevitable que espera a los alcohólicos. Después de abstenerse por algún tiempo, puede pensar que no corre peligro experimentando con unas cuantas cervezas o unos pocos vasos de vino suave. Puede engañarse con la falsa idea de que si sólo bebe un poco con las comidas, evitará meterse en problemas. Pero no tardará en verse nuevamente en las garras del alcohol, aunque con toda sinceridad desee limitarse a beber con moderación y en reuniones de sociedad.

La respuesta, basada en la experiencia de A.A., es que quien es alcohólico nunca será capaz de controlar el alcohol durante un período de tiempo apreciable. Eso deja abiertos dos caminos: dejar que la enfermedad siga empeorando progresivamente, con todas sus terribles consecuencias, o abstenerse totalmente del alcohol y desarrollar una nueva manera de vivir constructivamente.

¿No puede un miembro de A.A. beber ni siquiera cerveza?

Naturalmente, en A.A. no existen preceptos de carácter obligatorio y nadie vigila a los miembros para cerciorarse de si están bebiendo o no. La respuesta a esta pregunta es que si un individuo es alcohólico no puede arriesgarse a tomar alcohol en ninguna forma. El alcohol no deja de ser alcohol aunque esté en la forma de un martini, un whisky con soda, un brandy con agua, una copa de champaña o un vaso de cerveza. Para un alcohólico, una bebida alcohólica en cualquier forma puede ser demasiado, y veinte tragos de licor pueden no bastarle.

Para asegurarse de su sobriedad, el alcohólico tiene que abstenerse totalmente del alcohol, sin que para nada importe la cantidad y sin que influyan la mezcla y el grado de concentración que se crea capaz de soportar.

Claro está, que muy pocos son los que pueden emborracharse con sólo una o dos botellas de cerveza. El alcohólico lo sabe tan bien como cualquiera. Puede hasta convencerse de que apenas va a tomarse dos o tres cervezas y no más durante el día. En algunas ocasiones puede incluso seguir ese programa durante varios días o semanas. Pero eventualmente llega a la decisión de que ya que está bebiendo más vale «hacer las cosas bien hechas» y va aumentando la cantidad de vino o de cerveza, o se pasa a un licor fuete y, antes de darse cuenta, vuelve a estar donde había empezado.

Yo puedo dejar de beber por un tiempo entre una y otra borrachera; ¿Cómo puedo saber si necesito a A.A.?

La mayoría de los A.A. dicen que todo está en cómo se bebe y no en la frecuencia con que se bebe. Muchos bebedores pueden pasar semanas, meses y hasta años entre una y otra borrachera. Durante sus períodos de sobriedad puede que hasta ni siquiera piensen en el alcohol. Sin hacer gran esfuerzo mental o emocional, pueden tomar o no tomar, y prefieren no tocar el alcohol.

Luego, por alguna razón inexplicable, o incluso sin razón, se entregan a una borrachera prolongada. Dejan a un lado su oficio, descuidan la familia y demás deberes cívicos y sociales. La borrachera puede durar apenas una noche o prolongarse por días o semanas. Cuando pasa, la víctima se siente débil, llena de remordimiento; resuelta a no dejar que vuelva ocurrirle semejante cosa. Pero, es seguro que volverá a ocurrirle.

Este tipo de borracho, que pudiéramos calificar de «periódico», sorprende no sólo a quienes le rodean sino que se sorprende él mismo. No puede comprender cómo es que interesándole tan poco el licor durante largos períodos de tiempo, llega el momento en que basta con que empiece a beber para que pierda todo el dominio de sí mismo.

El bebedor periódico puede o no ser alcohólico. Si comienza a beber de seguido y si los períodos de sobriedad entre una y otra borrachera van volviéndose progresivamente más cortos, lo más probable es que llegue el momento en que tenga que ver que se encuentra ante un problema verdadero. Si está listo a convenir en que es un alcohólico, ha dado el primer paso hacia la sobriedad progresivamente constructiva de que disfrutan miles de A.A.

Otros dicen que no soy un alcohólico. Pero bebo más cada día. ¿Debería ingresar en A.A.?

A muchos de los miembros actuales de A.A. les habían asegurado sus médicos, amigos y parientes, que no eran alcohólicos. El alcohólico mismo generalmente complica su problema porque siente repugnancia a encararlo seriamente. No siendo totalmente honrado consigo mismo, el borracho consuetudinario le dificulta la tarea al médico que trata de ayudarle. Lo sorprendente es que, en realidad, tantos médicos hayan podido penetrar el engaño de los bebedores típicos y hayan podido diagnosticar acertadamente el problema.

Nunca se recalcará demasiado sobre que, la resolución decisiva – soy un alcohólico – tiene que tomarla el bebedor mismo. Sólo él – no su médico, ni su familia, ni sus amigos – puede tomar tal decisión. Una vez que lo haya hecho, habrá ganado la mitad de la lucha para lograr su sobriedad. Si deja que otros resuelvan lo que sólo a él le toca resolver, únicamente habrá prolongado innecesariamente las serias consecuencias de sus intentos de conquistar el alcohol.

¿Puede una persona «por sí sola» lograr la sobriedad leyendo la literatura de A.A.?

Unas cuantas personas han dejado de beber después de leer el «Libro Grande» de A.A., que enuncia los principios básicos del programa de recuperación del alcoholismo. Pero casi todos los que han podido hacerlo, han buscado a otros alcohólicos inmediatamente, para compartir con ellos su experiencia y su sobriedad.

El programa de los A.A. tiene mejores resultados para el individuo que lo reconoce y acepta como programa que incluye a otras personas. Cuando trabaja con otros alcohólicos de su grupo local, el bebedor problema adquiere, al parecer, apoyo y simpatía. Se encuentra rodeado por otros que comparten sus experiencias del pasado, sus problemas del presente y sus esperanzas para el porvenir. Deja a un lado la sensación de soledad que quizás fue uno de los factores importantes que lo llevaron a la bebida.

¿Si me hago miembro de A.A., no lo sabrá enseguida todo el mundo?

El anonimato es y ha sido siempre la base del programa de A.A. Después de ser miembros por algún tiempo, la mayoría de los A.A. no tienen inconveniente en que se sepa que se han unido a una sociedad que les ayuda a permanecer sobrios. Tradicionalmente los A.A. nunca revelan su asociación con el movimiento a través de la radio, la prensa o cualquier otro medio de publicidad. Y ninguno de ellos tiene el derecho de revelar la identidad de ningún otro de los miembros.

Eso quiere decir que los recién iniciados pueden tener la seguridad de que sus nuevos amigos no divulgarán lo que sepan en relación con sus problemas como bebedores. Los miembros antiguos del grupo comprenden lo que sienten los recién llegados y recuerdan sus propias dudas y el temor que sentían de ser identificados públicamente con la aterradora palabra de «alcohólico».

Una vez que se ha hecho miembro de A.A., el recién llegado puede pensar que en realidad era una simpleza asustarse de pensar que el público pudiera informarse de que había dejado de beber. Cuando uno es un bebedor, las noticias de sus aventuras se saben rápidamente, y la mayoría de los alcohólicos ya han adquirido fama de borrachos incurables cuando resuelven unirse a A.A. El hecho de que sean bebedores, con muy raras excepciones, no es un secreto muy guardado y, en esas circunstancias, lo raro sería, que la buena noticia de que un borracho deje de tomar, pasase inadvertida.

Cualquiera que sean las circunstancias, nadie más que el propio interesado, o sea el recién afiliado a A.A. tiene el derecho de hacer declaraciones al respecto, y sólo de modo que en ninguna forma vaya a perjudicar a la Comunidad.

¿Cómo puedo progresar en mis negocios, en donde tengo que socializar con frecuencia, si me abstengo de beber?

El beber en sociedad se acepta ahora como parte de las actividades en que hay que tomar parte para hacer ciertos negocios. Muchas de las reuniones con los clientes y posibles compradores se hacen coincidir con aquellas ocasiones en que se acostumbre tomar cócteles, o alguna otra clase de licores, bien sea durante el día o por la noche. Muchos de los actuales miembros de A.A. serían los primeros en declarar que a menudo llevaron a cabo importantes negocios en bares, cuartos de hoteles y hasta en funciones sociales que tuvieron lugar en casas particulares y durante las cuales se bebieron licores.

Es sorprendente, sin embargo, que en el mundo se hace mucho trabajo sin necesidad del alcohol. También sorprende a muchos alcohólicos descubrir que hay multitud de dirigentes de negocios e industrias, y muchos distinguidos profesionales y destacados artistas que lograron triunfar sin depender para nada del alcohol.

En realidad, muchos de los A.A., admiten que usaban los «contactos de negocios» como una de las diversas excusas para beber. Ahora que ya no beben, han descubierto que en realidad logran hacer más que cuando bebían. El abstenerse del alcohol no les ha resultado un estorbo para ganar nuevos amigos y convencer a gente que puede contribuir a su éxito en los negocios.

Lo anterior no significa que todos los A.A. deben repentinamente evitar todo contacto con sus amigos sociales o comerciales que tomen bebidas alcohólicas. Si un amigo desea tomarse un cóctel o dos antes del almuerzo, el A.A. generalmente se toma un refresco, un jugo de frutas o una taza de café. Si un A.A. es invitado a una reunión social en que se sirvan licores y a la que deba asistir por razones de sus negocios, generalmente no vacila en ir. Sabe por experiencia que la mayoría de los demás invitados se preocupan más por sus propias bebidas que por las de él y que probablemente no les importe especialmente saber lo que esté tomando.

A medida que comienza a sentirse orgulloso de la calidad y cantidad de su trabajo, el recién iniciado en A.A. probablemente encuentre que el triunfo en la mayoría de las actividades comerciales todavía depende de lo bien que se realicen. Esa sencilla verdad no era tan aparente cuando él bebía alcohol. En esos tiempos, podía haber llegado al convencimiento de que la simpatía personal, la generosidad y el buen humor era la clave del triunfo en los negocios. No hay duda de que esas cualidades le ayudan mucho a la persona que bebe en forma controlada, pero no le son suficientes al alcohólico, pues generalmente les da más importancia de la que realmente tienen.

¿Puede A.A. servirle a la persona que realmente ha «tocado fondo»?

La experiencia ha demostrado que el hacerse miembro de A.A. da buenos resultados a casi todos los que realmente desean dejar el alcohol, sin que importen para nada sus antecedentes económicos o sociales. La asociación incluye hoy en día entre sus miembros a muchos desheredados de la suerte, a muchos que fueron inquilinos de la cárcel y de otras instituciones públicas.

El individuo sin hogar y sin dinero no queda en situación desventajosa al hacerse miembro de A.A. Su problema básico, aquello que le hace imposible llevar una vida normal, es idéntico al problema central de todos los demás miembros de A.A. Lo que vale cualquiera de los miembros no se juzga por la ropa que vista, por su modo de hablar ni por la cantidad de dinero que tenga en el bando. Lo único que cuenta es que el recién llegado desee sinceramente dejar de beber. En ese caso, se le dará la bienvenida. Lo más seguro es que se sorprenda cuando los demás miembros del grupo empiecen a contar sus historias y aventuras y descubra que la mayoría han pasado por experiencias aún peores que las suyas.

¿Se ha dado el caso de que los alcohólicos que han dejado de beber se hagan miembros de A.A.?

La mayoría de los hombres y mujeres que se unen a A.A. lo hacen cuando han llegado al límite más bajo de su experiencia como bebedores, pero no siempre es ese el caso. Muchas personas se han hecho miembros mucho después de haber tomado el último trago. Un individuo, reconociendo que no podía controlar el alcohol había dejado ya de beber por seis o siete años cuando se hizo miembro. Su período de sobriedad, impuesta por él mismo, no había sido nada envidiable. Gradualmente aumentaba su tensión nerviosa y se contrariaba hasta por los problemas más sencillos de su vida cotidiana. Ya estaba resuelto a volver a experimentar con la bebida, cuando un amigo le aconsejó que se informase sobre A.A. Desde entonces ha sido miembro durante varios años y dice que no hay comparación entre la agradable sobriedad de hoy día y su lastimosa sobriedad del pasado.

Otros informan que han tenido experiencias semejantes. Aunque saben que les es posible permanecer sobrios con aspecto lúgubre durante largos períodos de tiempo, dicen que les es mucho más fácil gozar de su sobriedad y fortaleza cuando se encuentran con otros alcohólicos y trabajan con ellos en A.A. Al igual que la mayoría de los seres humanos, ven que no hay razón par hacer las cosas de la manera más difícil. Si les pone a escoger entre la sobriedad fuera o dentro de la Sociedad, se quedan intencionalmente con A.A.

¿Por qué se interesa A.A. por los bebedores problema?

Los miembros de A.A. tienen un interés egoísta en brindarles ayuda a los demás alcohólicos que aún no han logrado la sobriedad. Primero, porque saben por experiencia propia que esa clase de actividades, que generalmente denominan trabajo de Paso Doce, les ayuda a mantenerse sobrios. Sus vidas han adquirido un interés importante que los domina y probablemente les recuerda, haciéndoles ver su experiencia de otros tiempos, que deben evitar el exceso de confianza que podría conducirlos a una recaída. Cualquiera que sea la explicación, los A.A. que dedican libremente su tiempo y sus esfuerzos a ayudar a los otros alcohólicos, raras veces tienen mucho trabajo para conservar su propia sobriedad.

La segunda razón es que los A.A. desean vivamente ayudar a los bebedores problema porque el hacerlo así les da la oportunidad de pagar la deuda que contrajeron con quienes les ayudaron a ellos. Esa es la única forma práctica en que un individuo puede pagar su deuda con A.A. Todos los miembros saben que la sobriedad no puede comprarse ni alquilarse a largo plazo. Saben, sin embargo, que el nuevo modo de vivir sin alcohol es suyo con sólo desearlo, si honradamente lo quieren y si están dispuestos a compartirlo con quienes quieran seguirlo.

Tradicionalmente, A.A. nunca «recluta» a sus miembros, nunca incita a nadie a que se haga miembro y nunca solicita contribuciones de fuera.